Recientemente, la enorme idiotez del llamado “Gran Reinicio” se me ha presentado con cada vez más frecuencia. Digo en serio que es tonto. Solo un idiota de verdad puede creer que una vigilancia perpetua de todo lo que piense, sueñe y haga no será usada en su contra. No obstante, las élites del World Economic Forum tenían las agallas de admitir que quieren eso. Es igualmente claro que quieren que lo aceptemos con ganas. (Si no me crees, puedes leer el original aquí, en inglés. O puedes leer una traducción aquí y un resumen aquí.) O nos toman por necios, o han olvidado el axioma de Lord Acton. El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Dilo conmigo: ¡abajo con el Gran Totalitarismo!
Una tercer opción
Se me ocurre que ambos probablemente sean ciertos. Pues no hay quien, buscando el poder absoluto, sea lo que fuere la razón, tenga suficiente autoconsciencia para admitir que sufre ilusiones de “ego-latria” —adoración de sí mismo—. Esta última siendo, según mi parecer, la raíz de los extremismos que el izquierdismo de hoy apoya con tantas ganas. El sexo biológico, o nuestra etnia, entre otros, son aspectos del “yo” los que ciertos individuos adoran. Estos movimientos son métodos de reafirmar el “yo” como ídolo. Es igual con las élites que tratan monitorear toda nuestra conducta. Absolutizar el estado siempre es afirmarse al yo de sus líderes en particular y las clases regentes en general. Así que la búsqueda de poder absoluto indica que los buscadores ya son moralmente corrompidos. Y por eso, si ya no lo son intelectualmente también, lo serán en su debido tiempo.
Solo un dios es capaz de ejercer tal poder sin volverse un déspota. Por otra parte, dado que el transhumanismo se encuentra en boga entre los tecnócratas de hoy, su ceguedad resulta aún menos sorprendente. Su meta final es hacerse en dioses, incorruptibles en cuerpo y mente. Es fácil entender por qué es una misión inalcanzable. Un médico que trate de curarse tiene un necio por paciente. Y es peor si al matasanos le falta un buen entendimiento de la salud. Así de mal entienden nuestra propia natura, habiendo rechazado nuestro Creador por orgullo y adoptado una teoría atroz de racionalidad. Habiendo hecho estas cosas, les falta todo lo necesario para entender coherentemente el bien en general, y el nuestro en particular. Ya son poderosos, y tal vez pronto obtengan la divinidad. Por eso toman por sentado que las soluciones suyas a nuestros problemas tendrán éxito (para ellos). Por eso no aceptan que podamos resolver estos problemas nosotros mismos, ciertamente no mientras exaltándoles a la vez. Creen que somos tontos porque ya lo son ellos mismos.
Abajo con la nueva esclavitud
Por algo se dice que el conocimiento es poder. Y si nuestra “cultura” de cancelación nos debe enseñar algo, que sea esto: la imagen pública se ha vuelto en la fuente primaria de nuestro capital social. De manera capilar, como diría Michel Foucault, la política —mediante discursos de “derechos” y “ofensas”, y a través de litigios injustos e ilegales— trepó hasta cubrir todo.
Ya no podemos dejar a un lado nuestros compromisos a la polis para llevar asuntos más cercanos a cabo, ni siquiera para cooperar con colegas. La ortodoxia de algún partido u otro, y en especial la de la izquierda, es el eje de toda la vida. Esto no es la fruta de nuestra “cultura” de cancelación; más bien, la última se resulta de envolver todo en un holismo falso que lo centra todo en la política. El fascismo sigue con vida en los Estados Unidos, y no como un fenómeno “alt-right” o conservador.
Lo que llamamos la “cultura” de cancelación, lamentablemente, no será la última causa de pesar. La escasez de privacidad servirá de aumentarla. Y en un mundo donde los plebeyos quedan sin pertenencias propias, dependiendo por completo de la benevolencia de los señores del mundo, una forma todavía más severa de “cancelar” las personas no gratas emergerá. Si ofendes a alguien de un grupo “protegido” en su mundo infeliz, puedes perder acceso a tu apartamento, a tu ropa, a cualquier cosa. Obedécenos, o piérdelo todo, es el ultimátum de cada dueño de esclavos.
Salvar la libertad, salvar la privacidad
Sería absurdo declarar que la privacidad es la única condición para ser libres. Pero mientras que seamos pecadores, es necesaria para disfrutar libertad en primer lugar. Cualquier detalle de un plan o deseo, en manos maliciosas, es potencialmente una herramienta para restringir nuestras opciones, y así para socavar nuestra autodeterminación.
Sin la privacidad, sería todavía más fácil tomarnos de rehenes. Incluso hoy en día, cuando todavía podemos decir “ese coche es mío”, hay altas apuestas para los que vivan en estados azules. ¿Quién dirá que los abusos de tal poder se detendrán con proteger las causas célebres del izquierdismo? Quita 50 puntos de su puntuación de CI. No parará en ningún punto, siempre que los poderosos puedan hacerlo para imponernos su voluntad. Di lo que quieras sobre el socialismo, o los beneficios de convertir todas las pertenencias en servicios. Que la libertad no se sacrifique jamás de los jamases. De lo contrario, los “dioses” exigirían nuestra obediencia, y la tendrán.
¿Tú qué opinas?