Recuerdo haber leído una vez un comentario de Edward Feser en su propio blog, donde remarcó que el pensamiento “embodied” —el sentido del término me pareció borroso, aunque “encarnado” suena la mejor interpretación— es una consideración esencial en el aristo-tomismo, dando la importancia de la tradición como ejemplo. Fue hace muchos años, y a la vez que me confundió lo resumido, también quise tirarlo. En aquel tiempo, acepté que todo pensar pasa en el individuo, en su mente y punto. (Creo que esta perplejidad proviene de algunas tendencias “gnósticas” con que lucho a veces.) En aquel tiempo, aceptaba que la mente humana precisa de su cuerpo bajo circunstancias normales, igual que hoy, pero la tradición no me parecía nada análoga al cuerpo. Era una colección de prácticas y creencias sin cohesión interna, y por ende una confusión, y la confusión no puede ayudar a la mente para pensar.
La idea del pensamiento “encarnado”, sin embargo, tiene paralelos en otros lugares. En inglés existe la frase “good to think with” (*que vale para pensar*), que expresa que algo —tal vez un tótem u otro símbolo— sirve como una buena herramienta con que analizar algo o navegar una realidad social. Todos esos años atrás, negué que hubiera “herramientas para pensar”. Solo había cosas que procesamos (“informaciones”), y procesos para hacerlo con eficiencia (según las necesidades de a mano). Y ambos están en la mente —partes de ella—, después de su absorción.
Mi equivocación fue, como pasa a menudo, un prejuicio de mi cultura, aunque una valiosa ahora. La tradición, en tanto que merece su nombre, sí es como un cuerpo vivo, poseyendo principios que les dan coherencia a los factores “visibles” (por ejemplo, las prácticas y fórmulas usadas por sus adherentes), de un modo parecido a como el alma le da vida al cuerpo.
¿Tú qué opinas?