Una encueste en California afirmó que las generaciones menores tienen menos sexo que las anteriores. Más han pasado un año entero en el celibato. Acepto los resultados de este sondeo por avergonzados, y por ende también son una prueba de que los programas de abstinencia sí pueden funcionar. El celibato sí es factible, incluso entre los “kalifornikarios”.
A la vez, para expresar cuán ilógicos son los izquierdistas, escribí en un foro que no cabe dudas de que todavía me tomarían por no humano. A casi veintiséis años, yo seguía virgen.
Otro comentador dijo que le impresioné, pero consideró mi situación una peligrosa. El perder la virginidad antes de encontrar la correcta —aseveró— es una ritual tan ineludible como la pubertad. Y cuánto más espero, peor mi dolor de corazón al equivocarme cuando suceda.
Odio las mentiras, y aún más cuando las personas crean en ellas, que se pegan en el alma como dardos y me irritan sin parar. Y aquello de estar en peligro sí que es una mentira. “La correcta” es una mentira todavía más insidiosa. No hay una “Señora Correcta”, porque el amor esponsal empieza con un voto, y debido a él perdura hasta la muerte. Por supuesto, el voto no hace que ninguno de los dos esté listo para este enorme compromiso. Pero no obstante, Dios lo honrará. Y si los dos toman su promesa a pecho, cada uno llegará a ser la pareja indicada del otro al pasar de los años, mediante la gracia de Dios. Pero los deseos de nuestro corazón son demasiado borrosos, numerosos y mudables para haber una “pareja correcta” prefabricada. Fue precisamente por creer en esta romántica idiotez que los anticonceptivos de hoy fueron inventados para empezar. (¡Hasta les arruinaron las cosas para los “kalifornikarios”!)
No dudo que el otro cree lo que me dijo. Estoy igual de convencido que se apelara a su propia experiencia, de haber sido preguntado. Y sin embargo, cree en una mentira. No haría falta de buscar la “Señora Correcta” si tan solo nos dedicáramos a hacernos lo mejor que podamos ser. En tal caso, el voto sería fácil de vivir, sin preocuparnos las circunstancias.
De mentira en mentira se erige un muro por nuestro castillo de pecados. Hasta que, al final, se tape del todo la luz de la verdad. Solo entonces habremos llegado a las profundidades del infierno.
¿Tú qué opinas?