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Los cheroquis de su tiempo no hablaban “la antigua lengua”, en la que recibieron un himno a su Dios (p. 6). Tampoco los entendían, recitando el himno por respeto a Yo-wa, sin saber qué dice. Mi padre me aseguró hace muchos años que esta lengua fue la maya (sin evidencia). Los comentarios de los editores explican que Payne seguía una creencia popular de su edad, de que los indígenas eran descendientes de hebreos de la Antigua Alianza. Esta hipótesis se muestra debajo. Se seguiría, pues, que los idiomas indígenas son de origen hebreo, algo que no creo.
Payne relata que “lugares altos” (¿montículos?) fueron construidos para adorar a Ye-ho-waah (p. 8) desde el inicio. (Me pregunto cómo reconciliar este dato con la ignorancia de otra gente indígena que vivían en la región. ¿Es esta aparente contradicción un cambio de historia –una mentira– o un caso de conocimiento fragmentado?)
En la tradición oral que Payne grabó (p. 16), los cheroquis son siete clanes (Payne escribió “tribus”) porque una tribu violó la ley de Ye-ho-waah, ciertos miembros casándose con otros del mismo clan. En consecuencia, el número de clanes se redujo a siete. Hay, sin embargo, muchas discrepancias entre los académicos sobre el número y los nombres de los clanes (p. 324, nota 39). Mooney propuso que había catorce en el pasado. Emmet Starr escribió que había seis, hasta que se adoptó a una bebé, cuya descendencia es el séptimo. También Payne era inconsistente, según sus editores. (La tradición oral no es más fiable que la escrita.)
Los indígenas de las américas se mudaron a estos continentes por orden de su Dios tras la reducción de sus clanes (pp. 16, 17), pero sin el fuego sagrado. Tal flama se obtuvo de nuevo más tarde.
En cuanto a la susodicha reducción de clanes, dado que eran doce tribus en Israel hasta la pérdida de Judá, la tradición que Payne grabó parece discrepar con el Antiguo Testamento. Supuestamente había siete clanes cheroqui cuando llegaron a las américas. La única hipótesis que se me ocurre es que miembros de siete de las tribus de Judá, de alguna manera, llegaron a las américas después de tal pérdida. Dudo que eso fuera posible, si aceptamos la teoría común de que los indígenas arribaron durante una edad de hielo, cruzando el estrecho de Bering. Quiero más información sobre ese período y su relación con el reino dadívico.
Hay un aparente rechazo de la ultratumba. Según Payne (p. 19), los cheroquis pedían al sol una vida larga y feliz en la tierra, llamándola su único lugar de felicidad.
Había seis ceremonias a lo largo del año cheroqui, según Payne (p. 34), pero Theda Perdue notó que las ceremonias descritas se asociaban más con la agricultura —un asunto de mujeres— que con la caza (Cherokee Women, en Anderson, Brown y Rogers, p. 344, nota 71). (NOTA PERSONAL: La asociación de las ceremonias descritas en Payne con las responsabilidades agriculturales de las mujeres implica que la religión también era cosa mujeril, a pesar de que los curas eran hombres en su religión.)
- La primera ceremonia (pp. 35-38) ocurría el primer novilunio de la primavera (p. 35). Sin embargo, no era la primera celebración de su año; la cuarta —de la luna del otoño (p. 42)— lo era, porque su año comienza con la cosecha. (Muy extraño que las cosas viejas del año anterior se deshicieran en este período, en vez de durante el otoño. Me pregunto si hay una explicación simbólica, o si tiene que ver con otros factores, ya sean históricos o económicos…)
- Añadiendo más detalles a las ceremonias descritas en la primera sección del capítulo (4), Payne notó que, durante la ceremonia del maíz verde y maduro, algo de la comida sacrificada se daba a los espíritus (p. 61), los consejeros tirando carne en todas las direcciones (¿las cuatro del compás?).
- El ritual de “scratching” (rascamiento, p. 38). Los individuos se cortaban con pedernales y masticaban raíces medicinales, frotando su jugo sobre sus cuerpos.
- Según Payne (pp. 41, 42), el festival de maíz verde y maduro probablemente era distinto de otro, llamado el festival de las sombras (“shades”) verdes. Eso de cortar ramas y de plantar un gran árbol después de talarlo (p. 41) tal vez fuera parte del último en el pasado.
- Los cheroquis explicaban las enfermedades que atribuimos hoy a los gérmenes como castigos divinos (p. 45), y las curaban con rituales y encantaciones, aunque Payne suponía que muchos curas y conjuradores estaban ignorantes de la historia de sus prácticas. De modo que, la enfermedad se conectaba en su religión con la impureza ritual. Es probable que Payne tomara este dato como otra prueba de la conexión entre la religión cheroqui y la hebrea.
- Hablando del “segundo cambio” del ritual “Ah-tawh-hung-nah” (p. 74), Payne escribe que los cheroquis explicaban la viruela por una hadita, o bien una multitud de haditas machas y hembras. En todo caso, estos espíritus malos (¿”boogers”?) solo podían atacar cuando el Creador los desencadenó para causar destrucción y muerte, como expresión de su ira.
- En un ritual empleado durante las sequías para el bienestar del maíz, el cura se refería a la luna como el Creador (y marido del sol, aquí interpretado como una mujer, p. 77).
- En caso del fracaso, se dirigían a “los truenos chicos” del norte, y si estos le decepcionaban, al “Gran trueno” del oeste. El último recurso se hacía a la “Mujer del este”. Y si dicha Mujer le traía al pueblo más lluvia de la deseada, el cura le ofrecía tabaco para que detuviera su torrente. Al venir la lluvia, daban acción de gracias al partido que contestó su petición.
- Payne especula que la Mujer del este (p. 77) y la mujer original que producía maíz (pp. 22, 24, 25) pueden ser iguales (p. 78). En apoyo de la noción, reporta que algunos conjuradores creen que el maíz se murió una vez, dejando una semilla o espíritu, implorando que tal semilla miraba arriba a su madre con amor cuando corría peligro (un paralelo muy obvio entre este mito y el de las páginas 24, 25, 119-24). Dichos conjuradores procuraban la lluvia, rezando a que las montañas, luego los llanos, luego la nutria, luego el maíz arriba, diese súplicas al Creador (la luna) para mandar nubes. Los conjuradores entonces entraban a un arroyo hasta la cintura, cantando a los seres ya enumerados, lanzando agua hacia arriba (¿magia imitativa?). Al fin, saliendo del agua, sabrían que su súplica sería contestada si una sierpe se les acercaba.
- Había otros rituales especiales, para que la Mujer del este diera calor al clima, o al Hombre rojo del norte (¿cómo que no azul —pp. 20, 21—?) para recibir vientos frescos (p. 78), y otro para adivinar el resultado de la tormenta que viene (pp. 78, 79).
Los cheroquis afirman ayunar cada siete días por orden del Creador “Ye-ho-waah” (p. 55), sin trabajar ni conversar de cosas mundanas. El incumplimiento de esta regla traía la muerte.
El perro comúnmente se tenía por portador entre esta vida, el cielo y el infierno (p. 340, nota 18). Fuentes:
- Hagar, Cherokee Star-Lore;
- McLachlan, Gihli, the Dog in Cherokee Thought;
- Mooney, Myths of the Cherokee and Sacred Formulas of the Cherokees;
- White, Myths of the Dog-Man
Payne dio más detalle al mito de la mujer de maíz en las páginas 119-124. Incluso notó unas canciones, aunque su fuente admitió que los cheroquis ya no sabían su sentido (p. 122). Esta madre dijo que seguiría con vida, pero ahora en la tierra y en el cielo. Durante el festín de los cultivos sembrados con su cuerpo, sus muchachos tienen que rezar al este, al norte, al oeste y al sur (p. 123). Esta madre amenazó a sus hijos que les enviaría plagas —enfermedades, aflicción, angustia y el destructor— por desobedecer sus instrucciones de qué hacer tras asesinarla.
Luego del mito de la mujer de maíz, Payne volvió a contar el mito del padre que cazaba (pp. 124-128). La nota (j; p. 125) en su volumen es un inciso sobre una analogía extraordinaria entre este mito y nuestro cuento del pecado original. “La primera desobediencia, que sacó el obstáculo a la indulgencia ilimitada del apetito, fue la válvula para la locura, miseria y desesperanza y la muerte” (traducción mía).
Sickatower, un informante de Payne, explicó que los cheroquis guardan los misterios de su religión muy bajo secreto (p. 128). Payne mismo remarcó que hay un rito religioso para cada cosa que hacen los indígenas. (NOTA PERSONAL: Eso me implica que una mentalidad de magia se apoderó de su cultura. En especial cuando tenemos en cuenta que los dos mitos sobre su sustentáculo hablan de límites arbitrarios y dan rituales que interactúan con poderes espirituales.)
La nota (k; p. 128) dice que la tristeza humana vino al mundo cuando un hermano mató al otro en medio de una disputa. Fueron a espiar a su madre, curiosos sobre de dónde traía su sostén, y llegaron a un campo donde crecía todo lo necesario.
Payne repitió la cosmología de las cuatro direcciones cardinales (p. 130) y los cuatro hombres. También se repite el punto de que el Creador, cuyo lugar indicado es donde las direcciones convergen, y que él lo ve todo —lo que pasa, lo mejor para cada uno y lo que cada individuo es capaz de hacer o pensar—. Imagino que estas descripciones revelan una creencia en la trascendencia del Creador, aunque de forma muy visual (y tal vez distorsionada a lo largo de los años).
Adoración de los Truenos entre los cheroquis (p. 22). Los peruanos nativos también adoraban a los truenos y relámpagos (343, nota 61). Pero Williams, en Adair’s History (pp. 68, 69), dice que los cheroquis temían los truenos, como señales de la ira divina.
Temían a la estrella matutina (Venus), porque una leyenda la identifica con un hechicero asesino que sirve como un “vil santo patrón de los asesinatos” (mi frase, p. 22), Los sioux y muyscas tienen el mismo mito.
Payne relata el mito de las Pléyades. Ocho chicos ladrones robaron el tambor sagrado de su pueblo. Ascendiendo, siete se volvieron estrellas, y el octavo se cayó y se convirtió en un cedro que sangra como un humano al cortarse o magullarse (pp. 22, 23). También hay otra versión: siete chicos que no quisieron molestar más a sus madres ascendieron al cielo, pero uno —“la estrella oculta”— se cayó por su madre, tan duro que la tierra se lo cubrió (pp. 343, 44, nota 63). Un pino creció en la tumba por las muchas lágrimas de su madre. Lamentablemente, el sentido alegórico de estos cuentos —si es que hubiera uno— se perdió.
Los cheroquis rezaban a otros objetos celestiales, tal vez en honor a individuos distinguidos muertos hace mucho (p. 23). También rendían homenaje a ciertas aves y seres trepantes, pero como intermediarios, no como poderes.
En un mito, el primer hombre y su mujer tuvieron dos hijos que los traicionaron (pp. 23-27). Asesinaron a su madre por usar la hechicería para proveer comestibles —frijoles y maíz brotando de las axilas y vagina—, y luego deshonraron su espíritu (pp. 24, 25). Por esto, los cheroquis tenían que laborar para crecer vegetales. Payne afirma que este asesinato y las demandas de la madre forman la base del “Baile de Maíz Verde” (p. 27).
Cuando el padre volvió, a los hijos les reprendió por su crimen, aunque continuaba proveyéndoles con carne por un rato. Después de un tiempo, buscaron la cueva en que su padre almacenó su presa, en contra de sus órdenes (pp. 25, 26). Como castigo, su padre ascendió al cielo.
Payne dio muchos detalles acerca de cristales de adivinación en la cultura cheroqui (pp. 28-31). Era posible usarlos para descubrir el adulterio, el cristal mostrando a la mujer infiel y su adúltero compañero si era culpable (p. 31). Si la mujer era culpable, el cura oraba con unas moscas muertas en la mano. En caso de que una recobraba vida, torturaba a la mujer por siete días, y ella moría al séptimo (p. 31).
En la religión cheroqui, la impureza es contagiosa, y por eso un hijo consagrado al sacerdocio tenía que ser vigilado con extraordinario cuidado para mantener su limpieza (pp. 31, 32).
La menstruación traía impureza, y las mujeres se veían descalificadas con frecuencia de hacer contacto con cosas sagradas (p. 31). Por esto, la madre de un hijo consagrado no podía vigilarlo todo el tiempo, sino tendría que dárselo a otra mujer a ratos.
Las comidas prohibidas para los curas dependían de su oficio particular (p. 32).
Payne describió varios ritos de adivinación sobre la carrera de los curas en la página 33. Muchas de las razones por ciertas prácticas seguramente fueron perdidas. Los curas rechazan compartir su conocimiento a los no iniciados y blancos.
Incisos
- Payne dijo algunas veces que la religión “ortodoxa” de los cheroquis fue corrompida, no siempre con las mismas palabras. Las ceremonias cambiaron algo (tal como la del maíz verde, p. 62), su sentido o propósito se olvidó (en especial entre los jóvenes, p. 65) y el olvido dio lugar a opiniones diversas sobre el significado de las ceremonias (p. 71). Y sin embargo, se queja de “impostores”, llamándoles conjuradores. ¿Cómo podrá haber ortodoxia si las creencias ya no están? ¿Sostiene esta actitud por querer creer que los cheroquis heredaron su religión del judío antiguo?
- Los cheroquis, durante la primera ceremonia del año, se hundían siete veces en el río (p. 36). Hacían lo mismo durante la ceremonia del novilunio otoñal (p. 43) y durante el festival de Ah-tawh-hung-nah (la quinta, p. 51). Más tarde, escribió que las personas siempre daban la cara a las mismas direcciones: al este, al norte, al oeste y al sur (p. 62), y de nuevo a contrarreloj, hasta hundirse siete veces. ¿Fue esto un acto de purificación? ¿Qué propósito servía? ¿Puede que cada hundimiento representase un lavarse de las impuridades que proceden de cada cuadrante?
- Muchos de los detalles de la primera ceremonia parecen centrarse en su cristal de adivinación, lo que sugiere que la toda se trataba de predecir el futuro. Hasta el quemar del venado (p. 37) servía este propósito, al igual que el sacrificio hecho durante la segunda ceremonia (p. 40).
Notas posteriores relevantes
Ideas bíblicas entre los cheroquis
La religión cheroqui ortodoxa (?)
¿Tú qué opinas?