Cuando definimos la “intolerancia” y el “fanatismo” de modo que incluyan por defecto el rechazar algo, sin importar lo válidas que son las razones de alguien, estas palabras pierden todo su sentido, y solo quedamos con las emociones crudas del hablante. Porque su definición ya no se refiere a nada objetivo. Cuando la aplicamos, expresará nada más ni nada menos que: “me hace sentir mal por juzgarme negativamente”. Una definición subjetivista y el habla puramente emocional son iguales.
A los que abusan tan gravemente el lenguaje no les importa un pepino la razón a menos que pueda conseguirles lo que quieren. Y tal descuido es una puerta a la tiranía, porque los que tienen semejante enfoque a la lengua humana niegan, al menos de forma implícita, que pueda haber soluciones racionales para disputa alguna. Solo resta el maquiavelismo.
¿Tú qué opinas?