Apuestas

Me pregunto cuánto del “habla de los derechos” contemporáneo se esfumaría si, en vez de sopesar la importancia de sus creencias según sus sentimientos, la gente la sopesaría según las consecuencias de equivocarse. <Prefiero creer que estoy más apegada a las mías que tengan el mayor ámbito. Desmond no parece pensar así, ni mis “colegas” donde era voluntaria. Casi siempre los critico por una falta de previsión. Salomón está de acuerdo conmigo sobre la gente en general <Hasta admitió que su columna de consejos depende de tal descuido>. ¿Es así de universal? ¡Ojalá pudiera preguntárselo a Cristóbal!> “Es mi derecho hacer esto, aunque sea inmoral”, no parece mantenerse de pie bien al acordarnos de que los preceptos morales están para proteger a las personas de otros individuos y de sus propios caprichos. Nuestros derechos existirían para protegernos contra el hacer mal en contra de nuestra voluntad, y puede conllevar el no poder cometerlo cuando nos plazca.

Esta es bastante espinosa una idea antes de que observe que nos sesga a distintas cosas en su propia forma. Ciertas creencias “ganan por defecto” porque tienen apuestas más altas por equivocarse que tienen sus negaciones <Bueno, si dejamos que el principio de precaución sea el más importante>. No anticipo que muchos estén preparados para adónde eso podría llevar, y no solo emocionalmente <Mucho se cambiaría en este mundo>.

Pero antes de que tal cuestión pueda llevarnos quién sabe adónde, ¿cuán objetiva es una apuesta? Si no le importa a alguien que millones morirían si se equivoca de elección, ¿aún es una apuesta alta, a pesar de sus valores? Y si no, la gente tendrá que volver a sus sentimientos. ¿Por qué tomar mi ruta indirecta para hacerlo en lugar de empezar allí sin más? Y si todavía es una apuesta alta, ¿cómo mostrar que lo es? ¿Podemos —o debemos— suponer que, incluso si ‘es obvio’, se puede demostrar que algunas decisiones son objetivamente mejores que otras? La tradición de la ley natural lo intentó hacer, pero a la gente no le agradaba lo que tenía que decir. El utilitarismo también trató de hacerlo, pero asume demasiado y, sin embargo, no cumple con su trabajo. Tanto como si podemos demostrar que algunas elecciones son mejores que otras como no, hay mucho trabajo por hacer, incluyendo el encargarse con esta persona o sus juicios de valor.

Las cosas son mucho más difíciles ahora que hay tan poco consenso sobre el Bien… Sin una jerarquía de bienes mayores y menores, no podemos decidir cuáles metas públicas merecen prioridad y cuáles posponer, sacrificar u omitir. Hay tanto que esclarecer.

¿Tú qué opinas?