En un artículo de Biz Pac Review, se reportó que el influencer Bo Loudon dijo que la generación Z favorece a Trump y ve las mentiras de Harris. Un comentador nombrado Spren preguntó por qué la juventud de hoy no es tan rebelde como antier. Es un error. La izquierda obtuvo su ‘obediencia’ siendo fiel a sus querencias desenfrenadas. Con el aprender a controlarlas y el valor de hacerlo, los jóvenes consiguen independencia y realismo, y los izquierdistas pierden el consentimiento sin que no pueden tener su ‘autoridad’. O mejor dicho, el izquierdismo de hoy tiene ‘autoridad’ entre los jóvenes porque logró producir capital social, presentándoseles como congénere suyo.
En todo esto, me pregunto si el movimiento woke de ciertas compañías en Estados Unidos tiene una base análoga. Supongamos que el plan es ganar apoyo mediante la política de identidad, usando esa para convertir capital social en efectivo. Algunos seguramente sugerirán que la intención es hacer daño a la economía. Pues empresas como BlackRock han comprado acciones mayoritarias en al menos algunas compañías para forzarles a volverse woke. No rechazo tal hipótesis a secas. (Opino que no son así de malevolentes. Sus intentos de ingeniería social tienen más que ver con ganar dinero que el revés.) Pero tampoco necesito aceptarla para defender mi punto. Tiene sentido cambiar un negocio para que tantas personas como sean posibles quieran hacer sus compras allí, y el movimiento woke se veía bastante influyente.
No obstante, se equivocaron, según esta interpretación mía. Sin duda alguna, la estrategia podrá funcionar donde la mayoría de la clientela son woke. Solo que la mayoría en muchos estados no lo es, y ya no estamos muy dispuestos a aceptar una ideología tan maligna. ¿Qué pasó? Bueno, intentaron usar una capital social universal, la que no existe. Las dinámicas entre “los populares” y “el grupo marginal” varía en el espacio. Por ende, es imposible usar una sola capital social para crear efectivo en todo el mundo. Lo más sensato hubiera sido emplear una estrategia más localizada, valiéndose de la cultura woke donde prevaleciera y adaptando a la cultura de otras regiones según era necesario. Así, la capital social de cada región estaría disponible para convertirse en ganancias, beneficiando a la compañía y a sus accionistas.
No sé por qué BlackRock no tomó esa estrategia propuesta. Tal vez sí que es más malvado de que creo. O puede que su software de inversión, Aladdin, lleve la culpa por ser una IA con datos sesgados. Sin embargo, hay una lección que debemos sacar de esta tendencia, pues las economías centralizadas padecen una dificultad análoga. Al igual que los líderes de BlackRock, los líderes de una economía centralizada están demasiado lejos de los factores locales para tomar decisiones adecuadas, porque nunca puede haber una solución global.
¿Tú qué opinas?