Aladino, ¡el hombre de musgo! (Introducción)

¡Aquí empieza mi primer cuento! Tengo tanta emoción, aunque todavía hay mucho más que dibujar, y me siento falto de práctica. ¡Espero que todo vaya bien!

22 de septiembre, 2024

Las ocho. La hora de dormir siempre viene muy temprano. Jacob y yo ni siquiera terminamos de construir el castillo de bloques, y mañana es miércoles. Tuvimos que desmantelarlo. Digo, Cristal es bastante estricta acerca de esto. “Nada de peros. Temprano a dormirse, temprano a levantarse, y serás más sabio que tu papi.” ¡Hey! Soy muy sabio. Oh, olvídalo, al menos me toca a mí contar el cuento; los de Cristal son aburridos. Excepto Las crónicas de Narnia, me gusta ayudarle a leer aquellas. Obligué a Jacob meter los bloques en su caja mientras elegí qué leer desde el estante del salón. El domingo leí un cómic de los Cazafantasmas, y nos divirtió mucho. Pero esta noche exigió algo distinto. Me avergüenza no poder hablar de disparar fantasmas con rayos de energía espeluznante y esperar que se mantengan sentados y callados mis propios gulitos. “Pero papá, si ya están muertos, ¿por qué los Cazafortunas van a dispararlos de nuevo? Y ¿cómo se cabrán fantasmas tan grandes en esas cajillas?” Seguro, son buenas preguntas, pero ¡a veces hay que dar las cosas por sentadas! Los cuentos de hadas lo hacen todo el tiempo, especialmente Las mil y una noches, raras cosas que los niños piensan son normales. O, bueno, yo pensaba que eran normales cuando era niño… De otra parte, aún me suenan normales. ¿Acaso la gente solo crece más aburrida?

Así que, nos falta algo de emoción, ¿sí? Y por eso Aladino y la lámpara maravillosa me pareció fantástica. Después que sacara un volumen de Las mil y una noches del estante, me senté en el medio del sofá y hojeé pa hallarla mientras los chiquillos cepillaban los dientes y se ponían los pijamas.

Devolvieron así de rápido pa mis gustos, pero se olían bien los hálitos, y no me quejé. Y luego Cristal se sentó a mi izquierda con Rachel, y miré a todos con orgullo. “Aladino y la lámpara maravillosa”, empecé, mostrando a todo el mundo la imagen en la primera página. Había una muy vieja lámpara de aceite que me recordó de una tetera. Un genio salía con una bocanada de humo, y no me gustó pa nada su rostro contento. Alguito de marcador lo podrá arreglar más tarde.

¡Mucho mejor!

Pronto empecé a leer.

Primera historieta

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