Las páginas sobre materia de la historia cheroqui se deben a un acuerdo que hice con mi padre de estudiarla. Algunas de las recomendaciones suyas merecen la pena, pero otras no. Hace poco leí Tahlontisoge: The truth about the Cherokee Syllabary as told by the direct descendants of George Guess (“Talontisogue: La verdad sobre el silabario cheroqui como contada por los descendientes directos de George Guess”) a su pedido. El artículo no mereció la pena.
Gadoga hace muchas aseveraciones sin pruebas.
- Para comenzar, dice que el retrato famoso de Sequoyah fue de un tipo llamado Thomas Maw (p. 1). Esto no “se demuestra” hasta la página (10), cuando el escenario para su torpe argumento se establece. Supuestamente, dadas las torturas que Sequoyah padeció antes (véanse las pp. 9, 10), un retrato de él hubiera levantado las sospechas del público, porque “se habría fijado en que sus orejas y todos sus dedos habían sido cortados y que fue marcado en la frente” (traducción mía). Sí, claro, ¡los artistas nunca mejoran la semejanza de sus sujetos!
- En la página (2), dice que los blancos del siglo XVII usaban “Skeequoyah” (Sequoyah) para decir “diablo” como un insulto de George Guess. Entonces, ¿por qué ni Payne (The Payne-Butrick Papers) ni sus comentaristas da atención a esto, dado que los cuatro son simpatizantes con los cheroquis? Obviamente, no lo sabían, ni tampoco los habladores de cheroqui que los ayudaron.
- Además, escribe que los cheroquis heredaron su silabario de los taliwa (p. 2), pero que solamente miembros de la sociedad de escribas eran entrenados para usarlo. En este caso, ¿no debía haber registros de tales escribas? Los cheroquis con quienes hablaba Payne obviamente creían que Sequoyah inventó su silabario. La narrativa de Gadoga, si es cierta, es otra demostración de la superioridad de las letras sobre la tradición oral.
- Adelante, Gadoga afirma que Sequoyah enseñó este silabario a los cheroquis en cada pueblo (p. 6). Dice aquí y al final de su diatriba (p. 11) que los seis símbolos no usados hoy son “la clave para los seis dialectos” del idioma cheroqui, sin explicación alguna.
- El penúltimo párrafo de la página (4) afirma sin evidencia que el gobierno estadounidense sabía del silabario cheroqui el 1791, si no más temprano. ¿Su argumento? Pues, que Dragging Canoe y Washington intercambiaron cartas. Y el factor decisivo es que la de Dragging Canoe era escrita con el silabario cheroqui, algo que Gadoga fracasa demostrar. Dragging Canoe hablaba inglés, según Gadoga mismo, de modo que la explicación más verosímil es que cambiaba cartas en inglés con Washington.
- También asevera en la página (5) que Dragging Canoe fue matado durante en ataque contra la estacada Buchanan. Esto va totalmente en contra de lo que escribieron Truth Seeker (pp. 222, 224) y otras fuentes, sin evidencia en su favor.
- El nombre blanco de Sequoyah —George Guess—, supuestamente fue confundido adrede con el de un George Gist, para engañar al público americano (pp. 9, 10) en cuanto a la tortura que sufrió Sequoyah a manos de sus enemigos. ¿Evidencia? Nada. Ni hay que recurrirse a tales tonterías para explicar sus dos apellidos blancos. La gente a menudo oyen mal palabras parecidas.
De verdad, sospecho que este disparate me llegó debido a una correspondencia que tuve con una socia de mi padre. Escribió que “Sequoyah” es cheroqui para “entrañas de cerdo”, un sobrenombre que se ganó por exponerles las escrituras sagradas de su tribu a los colonizadores. Puesto que en la narrativa que prevalece, Sequoyah mismo inventó la ortografía cheroqui, le pregunté cómo pudiera haberlo hecho. El hecho de que esta fuente contradice su propia afirmación, en vista de que otras recomendaciones de mi padre también buscan difamar la Nación Cheroqui de Oklahoma, me pone sospechoso de sus intenciones. ¿Por qué todos parecen estar bien con contradecirse? ¿Qué tan importante les es la verdad? No sé, y es seguro que tardaré en saber la respuesta.
Mis ancestros europeos sí llevan mucha culpa por los sufrimientos de los indígenas americanos, y debemos asegurarnos de no olvidar sus delitos y fallos, o traeremos encima nuestra peores males. Por esa misma razón, no debemos dejarnos llevar por locuras.
¿Tú qué opinas?